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    Portada::Ménú General::Cuentos y Fabulas::Fabulas Samaniego

       Los dos titiriteros.
         
      

    Todo el pueblo, admirado,
    estaba en una plaza amontonado,
    y en medio se empinaba un titiritero,
    enseñando una bolsa sin dinero.
    «Pase de mano en mano, les decía;
    señores, no hay engaño, está vacía.»
    Se la vuelven; la sopla, y al momento
    derrama pesos duros, ¡qué portento!

    Levántase un murmullo de repente,
    cuando ven por encima de la gente
    otro titiritero a competencia.
    Queda en expectación la concurrencia
    con silencio profundo.
    Cesó el primero, y empezó el segundo.
    Presenta de licor unas botellas;
    Algunos se arrojaron hacia ellas,
    y al punto las hallaron transformadas
    en sangrientas espadas.

    Muestra un par de bolsillos de doblones;
    dos personas, sin duda dos ladrones,
    les echaron la garra muy ufanos,
    y se ven dos cordeles en sus manos.
    A un relator cargado de procesos
    una letra le enseña de mil pesos.
    «Sople usted»; sopla el hombre apresurado,
    y le cierra los labios un candado.
    A un abate arrimado a su cortejo
    le presenta un espejo,
    y al mirar su retrato peregrino,
    se vio con las orejas de pollino.

    A un santero le manda
    que se acerque; le pilla la demanda, 
    y allá con sus hechizos
    la convirtió en merienda de chorizos.
    A un joven desenvuelto y rozagante:
    le regala un diamante:
    éste le dio a su dama, y en el punto
    pálido se quedó como un difunto,
    item más, sin narices y sin dientes.

    Allí fue la rechifla de las gentes,
    la burla y la chacota.
    El primer titiritero se alborota;
    dice por el segundo con denuedo:
    «Ese hombre tiene un diablo en cada dedo,
    pues no encierran virtud tan peregrina
    los polvos de la madre Celestina.
    Que declare su nombre.»
    El concurso lo pide, y el buen hombre
    entonces, más modesto que un novicio,
    dijo: «No soy el diablo, sino el vicio.»

    (Autor: Samaniego)



      



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