Corre, corre y salta tras una amarilla mariposa. Se me pierde, aparece y vuelve tras las alas bajo el fuerte sol rodeado de un mar de romerillo que chocan con su cuerpo en la vertiginosa carrera. En cada vuelta me siento inoportuno para romper su imaginación que viaja al ritmo batiente de su pecho.
Para mi hermano el tiempo no existe ni repara que el magnifico soberano lo baña con sus mejores rayos del mediodía, donde la mañana dejo de serlo para convertirse en espacio de un tiempo que mi hermano me hizo dejar en casa.
Pero, aun sin desearlo detengo su primera carrera imaginativa de verano, a un grito que se cuajo con los ligeros minutos de la tarde…
Cabizbajo, apenado camina camina para entonces a mi lado y yo débil de verlo así le paso la mano al pelo sudado, diciéndole - mañana volvemos- él me enseña un rostro sonriente… y seguimos olvidando el tiempo.